«Según la hora a la que visites el lugar, cambia la tonalidad, brilla de diferente manera. Los materiales interactúan con la luz, cambian el color y generan eso que el autor llamaba rugosidades, con la temperatura y el sonido de los materiales», cuenta la química y divulgadora Déborah García Bello sobre el Mural da Canteira, obra ubicada en la avenida de Arteixo. García analiza la selección de materiales de la obra como una muestra de que «la intuición artística» del creador, Leopoldo Nóvoa, «tiene correspondencia científica» en cuanto a «la temperatura» o «el sonido», análisis que plasma en el artículo titulado El mural de la cantera: arquitectura, ciencia y arte contra el calentamiento global, realizado junto al investigador postdoctoral de la Universidade da Coruña y de la Universidade de Cambridge Juan Manuel Bermúdez.
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